Providencia IV

El Voodoo Lounge está incrustado en la base de una pequeña colina, frente a un helado río que delimita el Bronx. No hay vecinos alrededor. Originalmente era un taller mecánico y en torno a él no hay más que otro taller de soldadura, de similar tamaño. Arriba, sobre la colina, a unos 20 metros encima de nosotros, empiezan los edificios. Multifamiliares amarillos por docenas, viejos, fríos.

El lugar fue acondicionado por los amigos de grupo Sonido Secreto y ahora es su cuartel general, el lugar donde se juntan con los amigos a ensayar su música. Y a beber ese dulce ron dominicano. Está provisto con calentadores, alarmas de varios tipos, instrumentos y equipo musical. Y ahora, la pequeña comunidad dominicana de Sonido Secreto ha tenido la generosidad de ceder el espacio a La Barranca, para que ensayemos ahí. Tenemos una presentación ya confirmada dentro de diez días, en Manhattan. Y llevamos 6 años sin tocar juntos en vivo.

Por eso todas las mañanas venimos aquí los tres, Federico, Alfonso y yo, desde Brooklyn, en medio del frío de los últimos días de invierno. Son ya los primeros días de marzo del 2008, pero la primavera en Nueva York aún parece lejanísima. El recorrido, en el metro, nos toma como 45 minutos. Antes, para salir, hay que pertrecharse con todo tipo de gorros, guantes, bufandas. Chamarras pesadísimas que después de unas cuadras te agobian. Y luego, al entrar a algún lugar cerrado, hay que despojarse de todo. De otro modo la calefacción te asfixia. De la estación del metro hasta el Voddoo Lounge aún hay que caminar un tramo de unos seiscientos metros. No es mucho, pero cuando llueve y hace viento se sienten como dos kilómetros. Por eso mejor tomamos un taxi que, naturalmente, nos cobra por ese trayecto de tres minutos diez veces más de lo que pagamos en el subway para llegar hasta acá.

Una vez adentro, prendemos los calentadores y no hay otra cosa que hacer más que tocar. Estamos ahí toda la mañana, los tres solos, sin teléfono, sin internet. Repasamos canciones que hace años tocábamos juntos; intentamos poner otras de Denzura o El Fluir, que obviamente me suenan muy raras como trío y con ellos. Y además, tratamos de encontrar la manera de tocar las canciones que acabamos de grabar para Providencia, descubrir de entrada cuáles pueden ser tocadas en el escenario y cuales no.

Al principio parece que no avanzáramos mucho. Pero eso si, descartamos un montón de canciones y nos vamos quedando con una lista de las posibles, que, al menos, parece menos nebulosa. A veces tenemos que remontarnos a épocas verdaderamente primitivas, cuando éramos un trío, antes incluso de Cox. ¿Cómo es que tocábamos El Reptil entonces? Ahora Federico dice que el hará con el bajo el primer solo. Me gusta lo que toca, aunque estoy seguro de que nunca lo hicimos así.

Si no tuviéramos esa fecha comprometida probablemente abandonaríamos el intento. Hace demasiado frío además. Pero conforme la fecha se acerca la música empieza a sonar. Es lo bueno de tener límites. Después de una semana nos atrevemos a invitar a los de Sonido Secreto. Son tan generosos que nos dicen que suena bien.

Algunas veces, al principio, parabamos al mediodía para salir a comer. No hay nada cercano, ni mucho menos algo bueno como para que valga la pena salir al frío, Después, optamos mejor por la idea de comprar algo en Brooklyn, antes de tomar el tren, y entonces paramos para comer aquí mismo. Terminamos los ensayos como a media tarde, pero cuando salimos del Voodoo, a esas latitudes, ya esta oscuro. Sigue lloviendo, además. Para un ser de sangre caliente y tropical el panorama no es muy alentador.

Las condiciones de esta incursión neoyorkina, en general, son duras. No estamos de paseo, sino en campaña. El apartamento de Fong en Brooklyn, donde nos estamos quedando los 3, no es un hostal recreativo, sino un fuerte, un puesto de avanzada. Él y yo, de alguna manera estamos acostumbrados a la guerrilla. Federico, además, ya ha sobrevivido varios inviernos como éste, está entrenado para soportarlos. Pero me resulta admirable el estoicismo y la entereza con que Alfonso se somete a estas condiciones. La única exigencia que ha tenido hasta ahora es tocar con una batería igual a la que acostumbra. Gracias a sus patrocinios esto es posible, aunque no gratis.

De regreso del ensayo, Alfonso y yo solemos bajarnos del tren en Mannhatan y vamos a una tienda de discos, a alguna librería. Aunque por lo general el clima no te alienta mucho a andar en la calle. Otras veces vamos a un restaurante de comida hindú, donde nos bebemos una botella de vino entre miles de foquitos color naranja en forma de pimiento. O a un bar supuestamente español, que promete mojitos que resultan margaritas. Alguna vez fuimos también a ver a Adrian Belew, que pasó por aquí con su trío de chamacos virtuosos. Como siempre, él tocó de manera sorprendente. Nos recibió después muy amable en su camerino y brindamos con él. Luego le compramos su disco nuevo.

Por lo general acabamos el día en Brooklyn, en un bar irlandés que está a la vuelta del departamento de Federico. Ahí nos alcanza Fong, y mientras bebemos unas guiness, nos hace reír mucho. Podría decirse que es el encargado de poner la moral en alto. Y también la mesera. No es irlandesa, pero tiene una mirada como de bosque y ya nos sirve otra ronda.

Finalmente llega el día de la presentación en el S.O.B´s. La cita se cumple. Ensayamos hasta donde pudimos y de alguna manera estamos confiados. Nos conocemos bastante, además, y pensamos que cualquier cosa que se presente sabremos resolverla. Confiamos cada quien en el otro. Si no ¿para qué estaríamos tocando juntos?

Tras la prueba de sonido en el lugar, Roxana, la hermana de Fong, nos lleva a comer al barrio chino. Al terminar de comer propone ir a una casa de masajes que esta en la calle de enfrente. Yo nunca he entrado a alguna con los chinos. Roxana garantiza resultados de relajación, aunque sin final feliz, aclara. Todos aceptamos: los días de ensayo han sido extenuantes y tensos.

Una china delgada y pequeña, con una especie de bata blanca y una sonrisa de otro continente, me conduce a una cabina en la penumbra y me hace acostarme boca abajo. Prácticamente no entiendo nada de lo que me dice, en algo que supongo es su versión del inglés. Aún así, siento delicioso cuando recarga todo su peso sobre mi espalda.

Otra sensación, igualmente gratificante pero de naturaleza muy diferente, es la que siento unas horas después en el escenario del S.O.B´s. En medio de una de esas canciones nuevas, que hoy corren por primera vez, volteo a ver a mis compañeros André y Fong y alcanzo a pensar: La Barranca está sonando de nuevo.

***

¿Quién no ha experimentado la sensación de estar en un sitio al que de pronto llega una música distante, como de otra habitación, perceptible apenas? La sensación es muy particular pues la música se escucha desde otra perspectiva. Incluso si es una canción que después resulta conocida, al principio cuesta reconocerla. Como que oímos en primer plano otros elementos, en vez de los usuales. De tal forma que la canción deja de serlo y se convierte más bien en una presencia de fondo. Una textura que se hace parte del ambiente.

Este es un poco el espíritu con el que se hizo CONSTRUCCION. Soy un gran creyente (defensor incluso) del poder de la canción como vehículo musical. Sigo pensando que tiene posibilidades infinitas dentro de los límites de sus mecanismos. Pero la canción, cualquiera que sea su forma, tendrá siempre una especie de argumento, una narrativa. Sus elementos están además jerarquizados para reforzar ese argumento, que es el que demanda en primer término la atención del escucha. Pero, por supuesto, hay otras formas de hacer música e, idealmente, habrá también otras maneras de escucharla.

Habíamos terminado ya todo el proceso de PROVIDENCIA y buscábamos algún elemento, dentro de las canciones ya terminadas, para generar un loop para la página web. Empezamos a oír las canciones en el estudio, abriendo las sesiones de cada una pero sin modificar la configuración de la consola. Así, de pronto oímos Corcel pero con la mezcla que había para Nueva Vida. Y se oyó diferentísima. Algunas cosas que debían ir en primer plano casi ni se oían (la voz, la tarola) y en cambio, otras que estaban ahí como mero adorno de fondo, sonaban bien fuerte: algún efecto mínimo de guitarra, por ejemplo. Entonces nos pareció como si fuera otra música, algo que tenía que ver con Corcel pero no era Corcel.

Nos gustó tanto el resultado que nos pusimos a buscar más cosas así. Era como un juego pero al mismo tiempo generaba una sensación de hacer algo diferente. Pronto, llevados por ese impulso inesperado, se fueron acumulando cosas y piezas. Y al oírlas todas juntas también generaban una tercera entidad nueva, placentera. Decidimos entonces hacer un disco con todo eso.

La idea básica era NO hacer canciones, aniquilar toda narrativa, toda construcción formal. Hacer una pintura que fuera puro fondo, sin personajes. Y la verdad es que, una vez abandonada esa responsabilidad de hacer una canción, nunca había hecho un disco de manera tan lúdica y divertida. Porque incluso mi disco instrumental Yendo al Cine Solo está basado en canciones, con una forma específica, con una narrativa, aunque sea sin palabras. Quizá la excepción y el punto donde aquel disco se tocaría con este sea una pieza llamada Astrolabio, que yo definía entonces como “un estanque de sonido puro”. Pero esta vez todo sería así: no un estanque sino un lago.

Una vez echados a andar rescatamos algunas cosas inéditas que se podían llevar a este ámbito: piezas que habíamos hecho Fong y yo mientras me enseñaba a usar el Reason en mi computadora; hicimos también un par de piezas nuevas. Avanzábamos rápido, con urgencia, como quien arma un rompecabezas y está a punto de terminarlo. Grabamos además algunas cosas extras que sentimos que le venían bien a los pasajes. Por ejemplo algunos solos de guitarra, lo cual siempre es excitante y liberador para mí. Especialmente si estás en medio de un juego.

Cada quien tomó a su cargo algunas piezas y las trabajó por separado. Fong en Nueva York, Alfonso en su casa en Tlalpan, yo en Coyoacán. He de decir que en un principio André no se mostró tan entusiasta como Fong y yo. De hecho, dijo abiertamente que todo esto le parecía “una pachecada del guitarrista”. Pero se dejó llevar por la mayoría de votos y al final fue él quien se clavó horas (literalmente) ajustando milimétricamente los finales de las piezas, los espacios entre ellas, el orden que deberían llevar. Mientras avanzábamos en esto le pasamos a Gilberto el proyecto y al segundo intento, en cuestión de días, ya tenía la portada resuelta, la cual nos gustó mucho. No hubo que discutir mucho, no hubo que hacer cambios. Quizá porque a él lo que le gusta de La Barranca, son precisamente la rolas instrumentales. Y este disco estaba lleno de ellas…

Cuando teníamos ya todo el ensamble y nos gustaba como corría se lo pasamos a Del Águila. A diferencia de Gilberto, él ya me había advertido antes aquello de que “no me gusta la música instrumental, quiero canciones, letras”. De hecho en un cierto sentido coincido con él, claro. Pero a veces es necesario, o por lo menos saludable, salirte de tu territorio. Además, este disco casi se había hecho solo. Era más un hallazgo que otra cosa. Le pedí que lo oyera en el trayecto a su casa, sin ponerle demasiada atención. En la noche me habló para decirme que se sentía bien, que fluía. Y accedió a mezclarlo.

Y así, fácil, rápido, jugando, teníamos ya CONSTRUCCION en las manos.

Ahora, si éste es un disco que busca hacer música de manera diferente, también debiera propiciar maneras diferentes de escucharla. Para mi es un disco para oírse mientras se trabaja en otra cosa, dejar que lo escuche más bien el subconsciente, en un segundo plano. Lo hice un poco pensando en mis amigos pintores o escritores, que escuchan música mientras trabajan. O en todo aquel que esté horas frente a su monitor. Y que se puede dar el lujo de oír música al mismo tiempo.

Como es un disco sui generis, sólo estará disponible en la página y en las tocadas de La Barranca. La verdad, no creo que a las tiendas les interese mucho algo así, ya bastantes problemas tienen. Aunque quién sabe, ya veremos…

Después, algunos de esos pasajes se han ido incorporando naturalmente a las canciones en vivo: como partes instrumentales o intros o extensiones. De esta manera ambos discos, aunque son dos visiones radicalmente diferentes de una misma cosa, se integran ahora en un todo. Y hacen una idea mucho más completa de lo que fue para La Barranca el 2008.

jm

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