El fluir I
Llegué a Monterrey el domingo al mediodía. Los demás ya estaban ahí y Alonso, un amigo de Durango que vive acá, nos llevó a comer a un restaurante de carnes. Demasiada carne, carne para tres días.

Al terminar fuimos al Cielo y Melche venía llegando del D.F. con la camioneta. Una camioneta donde viajaron diez guitarras, cuatro bajos y como treinta tambores.

El estudio está muy bien. Demasiado bien acaso. Lo que nos interesaba de aquí era el cuarto principal, un cuarto amplio y alto con pisos y muros de madera y una gran acústica, en donde podemos caber los cuatro cómodamente. También nos interesaba la consola, por supuesto, una SSL impecable.

Como digo, el estudio está demasiado bien, demasiado bonito. Todo resulta elegante y en una onda medio fen-shui, como tienda de diseño de Polanco. Todos pensamos que habría que hacerle algo. Mientras descargaban las cosas, lo que hicimos primero fue prender algunas velas y un poco de copal, con la intención de irnos apropiando del espacio. También nos echamos un brindis, como no.

Algo que me gusta es que hay amplios ventanales y por donde quiera se ven los cerros. Si algo distingue a Monterrey es justamente eso, los cerros que la rodean y que se ven desde cualquier punto de la ciudad: altos, escarpados, cercanos. Casi se pueden tocar con la mano. Nos pareció buena señal que el estudio está frente al lecho del río Santa Catarina, y también que las calles de la zona tienen todas nombres de ríos. Otra: el asistente de grabación Eduardo, es de Phoenix.

El estudio cuenta con todo pero no estaban preparados para lo que les pedimos, al menos no lo hacen a menudo. Nuestra idea es grabar todos al mismo tiempo, con la batería en el centro del cuarto grande y nosotros tres ahí, en semi circulo en torno a Chema. Para ello se necesitan al menos cuatro mezclas diferentes de monitoreo, para que cada quien pueda oír lo que necesita sin contaminar los micrófonos del cuarto. Resolver esto nos llevó toda la mañana del lunes. Intentábamos grabar primero Una tarde en la vida pero era imposible hacerlo con las condiciones como estaban. Pasaron varias horas frustrantes. Finalmente, como a las cinco de la tarde, pudimos empezar realmente. Y fue curioso porque acabamos grabándola justo cuando la tarde caía. La canción habla de otra ciudad y casi de otro sol, pero el atardecer de cualquier manera le vino bien. Estuvo bien iniciar con esta canción pues siempre salió bien en los ensayos y estaba ya muy clara.

Logramos una toma que nos gustó bastante, aun cuando no se habían resuelto todos los problemas de monitoreo. Ya era tarde cuando la acabamos pero decidimos intentar otra. Hicimos una toma de Por donde pasas ya como a las diez de la noche, pero no nos convenció. Después de un rato nos dimos cuenta de que era demasiado lenta y entonces subimos la velocidad. Alonso tampoco estaba satisfecho con su sonido y estuvo buscando hasta que encontró algo mucho más distorsionado. Todo esto mejoró muchísimo la sensación al tocarla y ya así la logramos en un par de tomas. Esta canción es muy nueva pues apenas la concluí a fin de año, en Palenque. Por lo mismo no la habíamos oído realmente bien hasta ahora, y me gusta mucho lo que se logró. Es una cosa ritual, medio hipnótica, que gira en torno al pulso de un tambor y variaciones de la voz. Solo al final sube, pero de manera contenida. Terminamos tarde y cansados pero con los ánimos bien altos por los resultados..

Cuando llegamos hoy, ya habían traído equipo de refuerzo para resolver los problemas de monitoreo. Pudimos hacer entonces tres más: Cocuyo, El Fluir y Usumacinta. Todas tienen un sonido diferente y no existe ningun elemento que no sea reproducido por nosotros cuatro ahí en la sala. Usumacinta es una de las que más habíamos tocado y salió muy rápido, Alex estaba feliz. El resultado puede ser mucho más rudo de lo que inicialmente parecía. Cocuyo es una rola que ya tiene mucho tiempo pero no habíamos hecho ésta versión eléctrica y me sorprendió. Todo es muy simple pero alcanza una cierta energía casi demoníaca, a pesar de ser en el fondo un bolero. Una bolero dark. El fluir por su parte es justamente la canción que encontré esa noche tirado en el suelo y que después olvidé por tres meses. Desde que la retomé, antes de iniciar los ensayos para el disco, saltó inmediatamente. Parecía que ahí estaba una especie de solución para el álbum, como que ella planteaba otro tipo de tratamiento, otra manera de tocar incluso. La tocamos en vivo en el Hard Rock en diciembre y nos gustó lo que se siente. Hoy que la oímos ya grabada me sigue provocando la misma sensación: una corriente. Y por otro lado, también cómo que nos lleva a tocar desde otro punto de vista. Es como estar en otro grupo, otro grupo dentro del mismo grupo.

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